carsharing electricway Un voltio por Madrid, quedada eléctrica

Un voltio por Madrid, la primera concentración privada de coches eléctricos organizada por Electricway, ha cumplido sus objetivos y estamos muy contentos. Sabíamos que Madrid es muy grande y que callejear por sus vías, paseos y travesías sería muy complicado, más aún tras imponernos una ruta de más de 30 kilómetros, que recorría la capital de España de sur a norte y de oeste a este.

Aunque el tráfico no era demasiado intenso, las múltiples paradas que hicimos para plasmar gráficamente el bonito trayecto (aquí puedes ver las fotos) nos tuvieron al volante de los cuatro Twizy participantes desde las 10:15 de la mañana, que partimos de Talleres Cota 20, en la calle Linneo, junto al Puente de Segovia, hasta las 13:15, que terminamos en una concurridísima Casa de Campo.

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Entre medias dejamos la algarabía del Mercado de La Latina, la Puerta de Toledo, Atocha o la Cibeles, a la que, como diosa de la Madre Tierra, homenajeamos con una vuelta alrededor, por supuesto, silenciosa y sin emisiones. Seguimos trayecto hacia la castiza Puerta de Alcalá, esa salida donde conviven pasado y presente, para desembocar en la Plaza de Toros de las Ventas. El Estadio Santiago Bernabéu nos sirve de punto de reflexión y encuentro (a pesar de la rabieta de alguno, que señala la conveniencia de acudir más tarde al Vicente Calderón, para equilibrar las cosas), además de lugar idóneo para realizar el cambio de conductores. Proseguimos rumbo hacia la Plaza Castilla, las Cuatro Torres y descendemos hacia la Ciudad Universitaria. Sus amplias, diáfanas y limpias avenidas contrastan con el gris urbano que acabamos de abandonar y un sol radiante recibe con alegría la llegada de los Twizy. El Puente de los Franceses, el Palacio Real y la Catedral de la Almudena nos escoltan por la ribera de Madrid Río hacia el puente más antiguo de Madrid, el de Segovia, construido por Juan de Herrara (autor del Monasterio de El Escorial), por orden de Felipe II. Subimos por la avenida de Portugal y accedemos a la Casa de Campo.

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Cargado de futuro

Decía Gabriel Celaya que la poesía es un arma cargada de futuro. Estoy con él y, ruego perdone mis profanas palabras cuando digo que “El eléctrico es un arma cargada de futuro”, tan necesario como el aire que exigimos trece veces por minuto, que canta su poema. Porque durante el intenso voltio nos dimos cuenta que Madrid es una ciudad irrespirable y que si se apoyara decididamente el vehículo eléctrico, ganaría muchísimo atractivo y vida. Sería una ciudad más silenciosa y limpia, que nos contaría su historia por los rincones sin tener que suplicar oxigeno. El vehículo eléctrico no es ya una aventura, es una realidad. Y al igual que los moteros se juntaban en Pingüinos y los dueños de automóviles clásicos se unen en rallys y exposiciones retros, los propietarios de vehículos de cero emisiones debemos combatir por la movilidad sostenible. Como diría Obama, “yes, we can”.

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Al contrario que algunas asociaciones, que velan por darse ellas a conocer más que por extraer conclusiones de sus actos, nosotros dejamos aquí las dos primeras premisas: el eléctrico es vida y necesitamos unirnos. Pero no es unión y vida a cualquier precio, no somos yihadista de las cero emisiones, de esos que aseguran que, para cerrar el círculo, la energía debe venir de fuentes renovables. Nosotros somos seres racionales, de lo que toman raciones en los bares, que dice Siniestro, porque entre tapa y tapa surge la conversación y nos damos cuenta que todo lo anterior también vale. Que hay una potente industria petrolera, automovilística, nuclear… y que todos los que trabajan en ellas también tienen que vivir. Es necesario ir quemando etapas, evolucionando y contaminando menos y, un día, abriremos la ventana y la movilidad sostenible estará ahí. De lo contrario, los aún “pocos” que apoyamos los coches verdes corremos el riesgo de enfrentarnos al mundo y que nos flagele.

Autonomía más que suficiente

Madrid es grande, muy grande. El eléctrico, también. Incluso, más. Esa es la tercera conclusión que hemos sacado de la jornada. Como hemos dicho, recorrimos la ciudad de punta a punta, parando en atascos y semáforos y llevando un ritmo endiablado cuando podíamos. De hecho, pocos coches salían desde parado tan rápidos como nuestros Twizy. Y después de tres horas, ¡¡sorpresa, sorpresa!! a dos coches le quedaba la mitad de batería y a los otros dos, una rayita más. Y eso sin parar; es decir, el Twizy, igual que cualquier otro vehículo eléctrico, puede trabajar una jornada completa sin problemas de repostaje. Digamos adiós a la traba psicológica de la autonomía.

Amén de la agilidad de estos coches (cuarta virtud), que se cuelan por cualquier resquicio, no puedo, ni debo, obviar el ridículo coste de energía que consumimos (quinta), por debajo de los 0,50 euros. No hay nada tan barato. Pero es que, además, sus mantenimientos (sexto punto a favor) son muy inferiores a los vehículos de combustión, lo cual deriva en más ahorro.

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Tras esta favorable experiencia, estamos decididos a continuar y queremos contar con vuestra participación. Nuestra próxima prueba será dentro de poco –os mantendremos informados– y examinaremos la eficiencia de coches y pilotos. Habrá un interesante y atractivo premio para el ganador.

De Madrid al cielo y un rayito para movernos
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